Desde que comenzó el
Expomanga de Madrid, por primera vez en el Hotel puerta de Toledo, vi y
participe en el nacimiento del evento, de algo similar a unas jornadas locales,
hasta convertirse en un evento de cierta importancia nacional en el
mundillo. Hasta el año pasado, que no
fui por un problema puntual, no había faltado en ninguna edición. Así que este
año, volví a pasarme por allí el domingo por la mañana. Espere el día con
ilusión, y llegue allí con ganas.
Sin embargo, ya allí,
note un poso de excesiva impaciencia,
al fijarme las 11:00 AM como hora límite para entrar al recinto; años
atrás, habría esperado bastante más sin ninguna prisa. Entre sobre las 10:30 AM, y comencé mi
pequeño ritual: una inspección minuciosa de los stands, para fijar posibles
objetivos de compra, a la vez que iba
sacando fotografías de algunos cosplayers. Una vez terminada, y dando otra
vuelta para buscar cosplayers interesantes, hice una parada en la cafetería.
Tras consumir un café y un bollo, hice otra ronda de fotos y volví a ver mis
“objetivos”.
Y aquí fue cuando empecé a darme cuenta del cambio operado en mi
mentalidad. Después de la muerte de mi madre, pase a ocuparme de la economía de
la casa. Combinando la pensión de mi padre y mi sueldo, no pasamos apreturas,
pero apenas podemos ahorrar un poquito todos los meses para imprevistos
futuros. Así, ahora el precio del
merchandaising no lo media en términos de “poder permitírmelo o no”, sino en
términos “este es casi el 70% o el 10% de
lo que podemos ahorrar mensualmente”. Esto me producía un regusto amargo, pues ni
eran piezas excepcionales, ni las deseaba con ansia de fans. Una vez echa mi elección de no comprar nada,
surgió la inevitable pregunta “¿Ahora qué?”. Ninguna de las actividades que se
realizaban en el pabellón de cristal me llamaba la atención. La cantante
japonesa, única cosa que me interesaba algo, cantaba hora y media después
(según programa). Tenía mis dudas sobre si me gustaría su estilo; además, una vocecita
en mi interior me recordaba que si salía ya, no necesitaría gastar dinero en un
taxi, para llegar a la hora de comer a casa con mi padre. Así que al final me
fui, con la sensación de que había sido una mañana poco provechosa.
Esta
sensación se acentuó después, tras subir las pocas fotos que hice a las redes
sociales: amigos me hicieron ver que me había equivocado no solo en nombrar a
cosplayers de personajes que debería conocer perfectamente, sino que incluso subí
una foto de otro evento. Y eso que ni había puesto las series de los
personajes.
Eso me hizo comprender, que
realmente el Expomanga ya ha perdido
gran parte del interés para mí. Sigue teniendo las mismas cosas que
antaño: Stands, conciertos, cosplayers. Todo aumentado con el paso de los años.
Pero ya no producen el mismo efecto en mí. Parece que la acumulación de eventos
con los años, añadido al inevitable cambio de vida tras la muerte de mi madre, han
hecho que estos eventos hayan perdido ese “efecto maravillador” que antaño tenían
en mi. Supongo que tendré que replanteármelos. Esto no quiere decir que deje de
ir, sino que seleccionare mas los eventos, yendo solo a los que verdaderamente
tengan algo que me llame la atención (ah,
los musicales zaragozanos, esos sí que los echo de menos). Ir por inercia,
ya ha dejado de ser una opción. Estoy en otra etapa vital, en que aprecio más
un par de horas con los amigos, que un día en estos eventos. Todos cambiamos; o
las circunstancias de la vida nos cambian, según queremos verlo. Y admitir esos
cambios para no estancarnos en el pasado, es fundamental.
1 comentario:
Desde luego uno ya no entra en los eventos con la ilusión juvenil, y más en tu situación, mi mayor interés en estos momentos son los autores (conseguir unas dedicatorias y hablar con ellos), y si acaso buscar alguna oferta. Por lo demás es que, bueno, hay muchos eventos a la espalda y ya es más difícil que uno se impresione (eso sin contar que los intereses, y las prioridades, cambian).
Saludos.
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